La ermita rupestre de San Martín se ha convertido en un foco de atracción de senderistas por la accesibilidad de su camino, las fantásticas vistas sobre el Valle del Isábena, la riqueza y curiosidad artística del templo románico y el aliciente, sobre todo para los más pequeños, de las esculturas de piedras compuestas por el vecino de Capella Joaquín Sesé.
Desde el puente sobre el Isábena se sigue las señales que indican un camino hacia el sur, hacia la sierra. Hay señales que indican, mostrando el tiempo de recorrido, la dirección. No tiene pérdida. Casi dos kilómetros de pista nos llevan hasta un sendero en el que empiezan las esculturas antes mencionadas. Peces, insectos, aves, un Belén, un pastor con sus ovejas, un cocodrilo, águilas, un 'caganet'... la curiosidad llamará la atención y ofrecerá una sonrisa al caminante.
La subida, sin grandes pendientes, nos dirige hacia unos antiguos lagares donde se preparaba el mosto del vino. Un panel informativo explica su utilidad. Poco antes de llegar a la ermita de San Martín hay un desvío que señala al paso de La Canal, que cruza la Sierra de Laguarres, para pasar del Valle del Isábena al del Sarrón. Siguiendo este camino se puede completar una excursión circular.
Siguiendo el camino hacia la ermita, se termina de completar la subida para, de repente, bajo la pared encontrarse con la ermita de San Martín. Tras la visita el regreso se realiza por el mismo trazado, pudiéndose realizar un breve desvío para ver las ruinas de la ermita de Santa Eulalia, donde es posible detenerse para contemplar las figuras de los macizos de Cotiella, Turbón y Peña Montañesa.